Los primeros pasos del Camino Neocatecumenal: de las barracas de Madrid a Zamora
Tras la experiencia de Palomeras, Kiko Argüello y Carmen Hernández lanzaron su propuesta de iniciación cristiana desde una pequeña parroquia zamorana de ámbito rural y castigada por la posguerra. Desde ahí se ha extendido por todo el mundo.
Nº 1017 – 16-03-2017- Alfa y Omega
Kiko y Carmen empezaron a anunciar el Evangelio entre los más pobres y miserables de las barracas de Madrid, y poco a poco surgió entre ellos una iglesia doméstica. Tras aquella experiencia, los dos vinieron a la parroquia de San Frontis (Zamora) y en esta comunidad empiezan esas catequesis iniciales. Resulta que aquello que comenzó en Madrid también nace en una comunidad parroquial como esta. Un barrio de ámbito rural dentro de la ciudad, casi marginal, castigado por la posguerra, de gente muy humilde…Y así comenzó este itinerario que se ha convertido en algo muy importante para toda la Iglesia universal». Este es el comienzo, hace 50 años, del Camino Neocatecumenal, explicado por el párroco de la iglesia de San Frontis en Zamora, José Ángel River
El Camino Neocatecumenal dio sus primeros pasos en esta humilde parroquia de Zamora en la Cuaresma de 1967, de mano de Kiko Argüello y Carmen Hernández. Desde aquí el Camino se fue expandiendo al resto del mundo, hasta estar presente en todos los continentes y en la mayor parte de los países del mundo. En estos días, esta comunidad parroquial ha dado gracias a Dios por esta efeméride y los dones que el Camino ha derramado en la comunidad durante su medio siglo de existencia.
Uno de esos dones fue la vocación del actual párroco de San Frontis. Él mismo, durante la Eucaristía de acción de gracias, explicó cómo le cambió la vida el Camino Neocatecumenal. «Mi vocación sacerdotal nació en el Camino. A los 13 años me invitaron a unas catequesis en esta parroquia –el Camino ya existía hacía varios años– y tras esa experiencia me integré en este itinerario. Después de once años de aquella primera toma de contacto, el Señor me llamó e ingresé en el Seminario».
De una forma casual encontró el Camino Neocatecumental José Luis del Barrio, integrante de la primera comunidad. «Estaba en una discoteca y me invitaron a unas catequesis que daba ya entonces la primera comunidad. Encontré allí un lugar en el que vivir mi fe».
María Teresa Calzada es una de las más veteranas de la primera comunidad, lleva 47 años en el Camino. Se topó con este movimiento cuando una amiga le informó de que irían a la parroquia unos misioneros. Pero aquello no era lo que esperaba. «Yo creí que vendrían unas personas de África para dar su testimonio, pero me encontré algo totalmente diferente. Me sorprendió que el primer día esas personas solo hacían preguntas: ¿por qué vives?, ¿para quién vives?… Fui durante una semana a escuchar a Kiko y a Carmen, y tres años después realicé las catequesis completas».
María Teresa se convirtió tres años después en catequista itinerante: «He recorrido pueblos de Zamora, también he estado en Asturias, Perú y ahora estoy en Bolivia. Me dedico a evangelizar, a enseñar la belleza de la Palabra. El mundo está sufriendo porque ha perdido la fe».
Reconoce haber sacrificado ciertos aspectos de su vida por y para el Camino Neocatecumenal, pero dice sentirse totalmente recompensada. «Podría haberme casado, allí estamos perdiendo la vida…Pero reconforta observar que con nuestra acción estamos cambiando la vida de las personas y las llenamos de amor».
Los hijos de José Carlos González, de 10 y 7 años, también estaban presentes en la Eucaristía de acción de gracias. «Ellos ya son conscientes de que estamos en una comunidad cristiana y vivimos la fe de una forma distinta». José Carlos y su mujer han querido criar a sus hijos en la fe y cada domingo rezan los cuatro juntos: «Rezamos los Laudes y eso nos da pie para hablar de los salmos, la Palabra, la vida… Vemos cómo el Señor nos ayuda durante la semana, repasamos lo que nos ha ocurrido esos días». Explica este joven padre de familia, responsable de la tercera comunidad de San Frontis, que sus hijos ya conocen la importancia que tiene pedir al Señor lo necesario.
Tal vez uno de los testimonios más duros sea el de Dori García, quien ha perdido a su marido hace tan solo un mes, tras una dura enfermedad, pero hace años la vida le dio otro mazazo. «Perdí a mi hija con 19 años en un accidente», afirma Dori con gran serenidad y sosteniendo su mirada con entereza. «La muerte de mi hija y mi marido ha significado ver a Dios presente y creer en su Palabra. Tener experiencia de vida eterna».
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